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Dejaba ver tras
Sus divinos ojos
Una aureola preciosa
De tocados de lilas.
Coronas de espinas
Dejaba en mis manos
Al olvidarse en el espacio
De preciado altar
Que sólo por ella
Había sido creado.
Tendría quizás que odiarla
O maldecirla siete veces
Por olvidarse otras tantas
De mi humilde perecer.
No tendré yo la osadía
¡No! Mirando sus ojos
Encendidos en la noche
Más cerrada que recuerdo
Por los siglos de los siglos
Amén.

7-Septiembre-1997

1 comentarios:

Caperucita dijo...

Preciosa poesía, una delicia leerte.
Saludos.

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Gracias, me da la vida saber que hay magia...o algo más real, da igual! Nos une..

Mis cuadritos

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Estancados y en crisis
Las fotos que hay en mis citas son cuadros míos.